Qué pena de calles tristes, calles desoladas, calles solitarias;
vaga la melancolía por ellas toda triste y abrumada, las hojas caídas vagabundean
con pesadumbre, las farolas alumbran inútilmente las calles;
qué pena de calles tristes, un silencio inquietante corre ansioso
buscando el sonido de la gente que nunca ha de poder encontrar; una mujer pasea
a su perro cuál condenado que arrastra sus cadenas;
y en esas calles tristes un hombre camina y sus pasos se
escuchan en cada rincón olvidado de esta inmensa ciudad, camina triste, mirando
la calle vacía, sin un alma en ninguna parte, un hombre camina acongojado con
el corazón dolorido, un hombre ya sin corazón. Y ese hombre vaga por el asfalto
murmurando entre dientes:
“Qué pena de calles tristes, calles desoladas, calles solitarias…”.
(24 de Marzo de 2020. Poema escrito durante la cuarentena
del Coronavirus.)


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