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sábado, 19 de diciembre de 2015

NO HAY NADA QUE HACER...

Ella apareció de repente como un ángel caído del cielo, estaba tan guapa: con una chaqueta negra de cuero y la melena rubia suelta. 

Estaba con otros compañeros y saludó a todos... ¡menos a mí, claro! De mí pasó como quien mira una farola o a un cagarro de perro.

Yo es que no tengo nada que hacer con las tías buenas, para ellas no existo, vamos que soy jodidamente invisible para ellas.

Quizás éste sea mi destino: no estar con ninguna tía buena y que me toque siempre bailar con la más fea.

Bueno, qué se le va hacer, unos nacen con estrella y otros, como yo, nacemos estrellados.


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